Para un León
Dicen que la luna salió una noche a conversar con el río y fue allí que le conoció. imponente, dorado, magnífico.
Dicen que la luna salió una noche a conversar con el río y fue allí que le conoció. imponente, dorado, magnífico.
Aquel león no pudo menos que pestañear
al contemplarla, absorto en su desnudez plata de miel y sus ojos con estrellas.
Dicen que ella también quedó boquiabierta cuando él lanzó su rugido, hasta
sus cráteres se escondieron, pero ella no tuvo miedo, sabía que él la adoraría.
Y él sabía que ella también lo haría.
Así cada noche el león salía de su cueva
y se quedaba horas contemplando a su luna y ella mirándolo a él.
No había palabras, ni presión forzando
el sentimiento, hasta el dolor era de vainilla. Únicamente la sensación de luz,
una luz de besos que les hacia flotar y unirse en una astronomía sin mapas; él
sin necesidad de subir, ella sin necesidad de bajar.
Dos seres de mundos distintos, tan
diferentes y tan unidos.
Fue pasando las horas, y a ellas, los
meses; hasta que un día el león no estaba en el sitio acostumbrado, junto a la
roca a orillas del río, esperando por su luna. Él se había dado cuenta que no
podría soportar, ella nunca podría bajar y a él nunca le crecerían alas para ir
hasta ella y poderla acariciar.
Rasguño la piedra, enfurecido.
La luna desde arriba, recorrió toda la
tierra, la examinó y dio vuelta, al derecho, al revés, boca arriba, boca abajo;
espero… pero él nunca más apareció. Dicen que, desde el día que se separaron a
la luna le creció una fina trenza dorada en su cabellera alba; y al sol un
lunar plateado en su pata derecha.
Todavía la luna sale a conversar con el
río, solo para no olvidar; y de pronto enmudece y le tiemblan los oídos cuando
cree escuchar rugidos. Entonces ella cierra sus enormes ojos y emite la luz más
hermosa, se vuelve ámbar como jamás se ha visto; solo para que su león donde
quiera que se encuentre, la vea. Y en ese preciso instante, allá lo lejos,
cuando él siente la luz, cierra los ojos y ruge un suspiro.
Dos seres de mundos distintos, tan
diferentes y tan unidos.
By Melody Paz