MELODY PAZ LUNA

Si quieres leer los pensamientos de mi cabezita incansable y loca, este es mi blog oficial. Muchas gracias por soñar juntos y por tu compañía! Soy Escritora y Musa. Aquí encontrarás mi Bitácora de Vuelo cotidiano y Letras preferidas. Desparramadas entre sábanas, escritas en barriletes, envueltas para suspiros cada noche de Luna. Apocalipsis y Cielo. Sueños y latidos.

lunes, 31 de octubre de 2011

No era imaginación, lo juro

Él tantas veces la había visitado, pero ella ni cuenta se había dado; mejor dicho había hundido su abominable recuerdo, allá donde pujan por salir los deseos y terrores más ocultos,  en la casa de las sombras y los seres inconscientes.
La primera vez que él se presentó llamándola, fue cuando debía ponerse en puntas de pie para jalar el picaporte y abrir la puerta.
Una noche, ella abrió sus ojitos de niña traviesa, cuando las campanadas del reloj acusaban más allá de la medianoche. Una voz grave, lúgubre e indefinida, le murmuraba desde vaya a saber que parte de la habitación.
—Melody… Melody —le llamaba con ansias e insistencia, desde el lugar de los indescifrables y las almas fétidas; con un sonido distinto, entre gruñido y palabra, arcano, que no pertenecía a este mundo.
Ella apretó muy fuerte los párpados, dispuesta a no abrirlos por nada del mundo; para a continuación, pellizcarse los pequeños brazos y ver si estaba soñando, pero estos dolían. ¡Aquello era cierto!
Seguidamente su nombre, se entretejió con una respiración entrecortada y cerrada.
Temblando, Melody se cubrió hasta las orejas, la frazada parecía ser el escudo protector perfecto que la preservaba de aquella presencia siniestra llamándola desde la oscuridad. Temblando ella estiró el brazo enguantado de miedo, intentando accionar el velador con forma de osito, pero no pudo, y espantada recurrió a la persona que sabía vendría enseguida en su ayuda.
— ¡Mamá! —vociferó con la garganta en su máxima potencia.
Al instante la madre de Melody se hallaba en la habitación, presurosa y asustada encendió la luz, apretujando a su hija contra sí; que entre suspiros de miedo le relató lo sucedido. La mirada descreída de la madre, y seguidamente su mano sobre la frente de la niña, fue la repuesta.
—No tienes fiebre —cerciorándose, pues cuando su hija tenía fiebre, uno de los síntomas clásicos en ella, eran las pesadillas—. De seguro ha sido un feo sueño, ya te olvidarás. No hay nadie hija, mira —observando en derredor.
Seguidamente ante la insistencia de la niña, procedió a inspeccionar el lugar pintado de rosa y blanco de arriba  a abajo, especialmente bajo la cama, que era donde la pequeña más insistía.
—Ma, quédate a dormir conmigo, por fa, por fa. Rezaremos al ángel de la guarda, quédate aquí —suplico.
—Todo fue un sueño Melodía, estoy segura, tenes una imaginación muy fértil, hijita —estampándole un suave beso en la frente.
“Ángel de la guarda, dulce compañía
No me desampares de noche, ni de día”
El resto de la noche, madre e hija durmieron abrazadas.
Melody sabía que aquello había sido tan real y terrorífico, al igual que la prueba de aritméticas que debía enfrentar al día siguiente.
Pasaron los años y de aquella experiencia solo había quedado un manojo de murmullos espectrales y telarañas de recuerdos ennegrecidos.
Melody creció, su habitación de rosa paso a violeta claro, ya llegaba mucho más allá del picaporte, ahora debía bajar la cabeza para tomarlo y abrir la puerta; y del primer  ciclo había pasado a la universidad.
Cierta noche en que ella sentía una rara sensación de placidez, abrigándole el alma, paz tan acogedora como nunca antes había experimentado. La misma que antecede a los últimos instantes y en el preciso momento que dormía soñando con camelias azules, una voz la despertó.
—Melody… Melody —susurraba gravemente, igual que esa vez.
Veinticinco años habían transcurrido por la vida de aquel ser mortal que yacía en la cama, temerosa y tapada hasta las orejas, como la niña que fue una vez. Idéntico, pero a la vez distinto, porque ella ya no era la misma, ahora era una mujer.
Lentamente Melody corrió la frazada y absorbió una bocanada de aire, quizás la última de este mundo. Ella abrió los párpados de par en par, dispuesta a enfrentar aquella criatura sin rostro que la reclamaba; fue entonces cuando percibió la respiración de ese ser, justo frente a su nariz.
Armándose de valor, abrió sus ojos, para enfrentar en medio de la negrura, a unos ojos aún más negros y destellantes; que sin pupilas, y detenidos frente a ella, la escudriñaban sin pestañear.
— ¿Qué… que… quieres? —balbuceó, soportando el peso de ese ser, que con un salto la había obligado a recostarse, y ahora se encontraba en posición agazapada encima de su cuerpo.
—A ti, te espere, siempre a ti Melodía —soltó de manera contundente.
Esas palabras retumbaron con fuerza infrahumana, de pared a pared, incrustándose en cada recoveco y en cada luz dormida.
Melody sabía que aquello era tan real y espantoso, como el examen teórico, que debía afrontar esa semana en la facultad.
Ella, lo supo todo el tiempo, pero recién se daba cuenta, con la torpeza de una navaja desgarrando ilusiones de sueños por cumplir. Ella sabía que ese era su destino.



A la mañana siguiente, todo era muy raro, los pájaros del jardín no cantaron ese día.
Y de Melody, nada se supo, era como si hubiese volatilizado, o como si el mismísimo
Amo de los infiernos la hubiese llevado.
Su gato fue agonizando lentamente sin causa aparente. La familia entera y allegados la buscaron cielo y tierra, pero nunca se les ocurrió buscar en el infierno.
Sus padres, ante el reclamo de sus amigos por el silencio de Melodía, publicaron en su blog y Página de Facebook, lo sucedido; también respondieron los emails que llegaban, preocupados por la desaparición de su única hija; pero todo fue en vano.
Melody había mutado de su cálida habitación violeta a habitar el trono congelado del noveno infierno, en compañía del ser de gigantes alas negras; el cual la obligaba a recitarles poemas, sentada a la izquierda de su trono y la vigilaba día y noche, como cuando ella vivía en la tierra.

lunes, 24 de octubre de 2011

Tanto y Nada

Tengo estas dos manos pequeñas que solo sueñan ser falange de las tuyas, estos ojos azules y tontos, creídos que eres único sol, que destiñen cuando no asomas. 

Tengo esta mujer con una cereza girando en la boca, que solo quiere amarte sobre el desatino del tiempo, en las copas de los árboles, en ese lugar desnuda y sin conjeturas, única permitida, la de ser tu piel. 

Tengo esta niña sofocando lagrimas largas de esperanza entre sus piernas flacuchas; la misma con aire a perdida, que atesora en el vuelo de su cintura un reflejo de luna robado y cree que solo tú la podrás cuidar. 

Tengo necesidad más que ideas. 

Estas, de ser noticia, la más insólita del diario que lees, escribir un poema en tu espalda. 
Crear en seis días nuestro lugar, y al séptimo descansar, allí donde el rocío derrapa, las calles son violetas y toda forma de amarnos esta permitida.

Tengo estas células que te llaman, pronunciando tu nombre, deseosas de adherirse a las tuyas.
Y este más agitándose loco y sádico, en las comisuras de los labios.

Tengo, Tanto y la Nada, porque es tanto lo que te amo, y nada al saber que tu no me amas de la misma forma que yo lo hago.

domingo, 16 de octubre de 2011

Imagen de Iv

Qué bonito es entender, el sin porqué de cada paso que me lleva a tu vereda. A estos ojos que te siguen en un pestañeo absurdo y fluo.
Hipnosis hacía tu imagen, rezo de autodestrucción. 
Porque escuchas y te siento con los oídos vendados, con las palabras que expresas y callas, las que acompañan nuestros latidos en ese código morse que inventamos. 
Respirar nítido y suave, una exhalación profunda como cuando asome a este mundo y no sabía de ti; y por ende, de mi existencia. 
Todo me lleva a esos gestos de tu luz que vislumbro en las sombras, al aroma perdido de tus manos que me rozan ficcionando un  descuido. 
Y no me quiero ir, estoy atada a ti, hasta el punto de palparme libre, como nunca me he sentido.

martes, 11 de octubre de 2011


Deja
Deja que ruede, toma la madeja de tus historias y hazte cargo.
Hazla rodar en los canteros, en esas esquinas donde ni los mendigos se atreven a entrar. 
Que la lleven aquellos perros desquiciados que se animan a cruzar la autopista, 
las palomas que no pagan alquiler o los niños de la calle en los huecos del zapato que no pudieron cambiar.
Hazla rodar en un crujido, para que todos vean como gira, como grita la voz de tu locura sepia en esa cordura que debes aparentar. 
Que sea sofoco y mar, un poco de jengibre y mirra en el plato especial.
Deja que ruede, 
por más que te hagas mareo y centrifugues en cada giro. 
La luz encuentra.
Y al final nada será tan insoportablemente cuerdo, ni tan insoportablemente loco.
Pasará
Deja
Gira tus pies, hunde tus dedos, que bailen, aún sepultados en la arena
Solo será la vida, tan loca como tú nunca has estado.
Al final serás ella y la madeja, rodando sin poder parar.

viernes, 7 de octubre de 2011

A veces el Amor asume formas inexplicables, por inacabadas e intangibles,
extrañamente poderosas, para obturar todo cuestionamiento humano
Runas de un signo inexplicable que  únicamente los seres etéreos entienden
Y los amorosos de Sabines llegada la medianoche
suelen narrar como si fuera un cuento

Un amor que peca por no ser clásico, por fugitivo de lo convencional y común
Que amanece por la noche y se acuesta a la mañana
Que ha sido bautizado en el infierno y sin embargo habita el cielo
Sin nombre, ni tierra definida,
En raíces que nos unen, de ser árbol en tu sombra
Que apedrean por incomprensible
pero tan poderoso como para contaminar minutos  de agonía

Solo basta sentirlo en cada secreto y cada toque,
abrazados aunque los brazos no pesen en los espejos.
Hechos en besos aunque para el resto, no seamos boca

Y es en ese preciso instante que nos sentimos perdidos y a la vez ganadores.
Solo dos seres que saborean el supuesto  vivir equivocados
Sin importar, si lo sé, si lo sabes,
los porqué, el cómo, ni el donde, ni siquiera hasta cuándo.
Balanceando  muy juntos los pies, al borde del abismo, cogidos de la mano.
Tú que me amas
Yo que te amo.